Estructura de los textos expositivos
No hay un modelo único de estructura para los textos expositivos, pero aun así se suelen mencionar siempre aquellas que son las más habituales y que responden mejor a las necesidades de este tipo de textos (ya sabes: claridad, objetividad, precisión). Recuerda que la finalidad última es la de informar, por lo que la estructura -la forma en que se organizan los contenidos- debe estar al servicio de esta función.
Pues bien, dentro de esas estructuras posibles, la más habitual es la que organiza los contenidos respondiendo al esquema de introducción, desarrollo y conclusión.
- En la introducción el/la autor/a plantea el tema, hace las consideraciones que cree necesarias para encuadrar el asunto, e incluso a veces proporciona una información previa para situar al lector.
- En el desarrollo, que es la parte más extensa del texto, se proporcionan los datos necesarios para su comprensión; en definitiva, la información que es el objeto del texto expositivo.
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- Finalmente, la conclusión o el cierre puede ofrecer una síntesis de lo tratado o las deducciones a las que se ha llegado tras el desarrollo.
Relación entre los párrafos y las ideas
Los párrafos se interrelacionan unos con otros; y también las ideas dentro de cada párrafo. Ante un texto, debemos plantearnos qué relación hay entre las diversas ideas expresadas.
- Causal
- Al explicar determinados fenómenos, podemos explicar que ciertos aspectos determinan a otros, es decir, que algunos de ellos son la causa necesaria para que se produzcan otros.
- Comparación
- Podemos señalar las semejanzas entre dos fenómenos. Puede ser útil para ejemplificar o aclarar las cosas.
- Contraste
- A la inversa, podemos plantear las diferencias.
- Enumeración
- Podemos presentar un conjunto de datos en una lista. Al hacerlo nos acercamos mucho a la descripción y precisión.
- Funcional
- Plantea para qué sirve una cosa, o una parte de esa cosa.
- Problema-solución
- Ante un problema dado, podemos señalar las soluciones que se han propuesto o llevado a cabo, sin tomar partido (si damos nuestra opinión, se convierte en texto argumentativo).
Elaboración del texto
Cuando tengamos que hacer un texto expositivo, conviene que tengamos en cuenta estos principios:
- Tener claro el tema de la exposición. Podemos hacer una lista de los detalles que queremos incluir; seguramente tendremos que excluir otros, bien porque nos queremos centrar en algunos, bien porque no podemos hacer un texto inabarcable.
- Para reunir esos datos podemos investigar en periódicos, revistas, enciclopedias, internet o libros de texto.
- Decide el enfoque que quieres dar al tema. Pero recuerda que no debes dar tu opinión (aunque seguramente tendrás una propia): debes exponer los detalles, las personas, los hechos, en fin: los datos, de una forma objetiva.
- Tienes que plantearte a quién te diriges; hay muchas posibilidades, y cada una requiere un formato diferente. Por ejemplo, un trabajo presentado a tu profesor; una exposición para presentar oralmente en clase; un informe que debas elaborar para el director de la empresa en que trabajes; etc.
- Distribuye la información en varios párrafos: uno de introducción, otro (u otros) de desarrollo, y el último de cierre o conclusión (la conclusión puede ser innecesaria en exposiciones cortas). En la introducción debes concretar el tema, de qué vas a tratar, y de qué no. También puedes expresar la metodología o enfoque que vas a seguir.
- Es aconsejable escribir con oraciones relativamente breves; si no lo haces, el lector se puede perder. Los párrafos tampoco deben ser excesivamente extensos. Estudia el listado de conectores y marcadores del discurso y las posibilidades de interrelación de las ideas y párrafos en la siguiente página (3.1b), para elegir los conectores adecuados.
- Emplea un buen diccionario de sinónimos; así no tendrás que repetir las mismas palabras. Debes evitar los términos demasiado generales, es decir, las palabras o "comodín": cosa, hacer, problema, etc. No intentes, sin embargo, emplear palabras poco corrientes, porque puedes caer en la pedantería.
- Cuando termines el borrador, repásalo y "púlelo". Tacha palabras o frases que no digan nada y sean meramente repetitivas; incluye los nexos que expresen la relación entre las diversas oraciones, si faltan; ten cuidado con la ortografía; evita el empleo de palabras coloquiales. Comprueba que has transmitido la información de manera objetiva, sin dar tu opinión en ningún momento, sin expresar tus gustos y preferencias, sin decir lo que te parece bien o mal. Si el texto es importante, y tienes tiempo, conviene que lo dejes "dormir" un día, pensando en otras cosas, y volverlo a revisar para terminar la versión definitiva. Con frecuencia se descubren fallos y gazapos básicos.